miércoles, 31 de octubre de 2007

Regiones de base agro-alimentaria y globalización


Existe un cierto consenso en cuanto a que la globalización significa la reproducción a nivel local o regional de un conjunto de tendencias a escala internacional, pero también en cuanto a la posibilidad de iniciativas o resistencias locales que pudieran alterar aquel proceso global, como resultado de la acción colectiva. Dentro de esta dialéctica global/local se reconocen limitaciones y oportunidades para las regiones frente a la intensificación de los cambios estructurales a nivel global y como consecuencia de ello se discuten nuevas modalidades de intervención para la gestión del desarrollo regional.

Desde mediados de 1970 se asiste a una crisis que precipitó una transformación en todos los sectores económicos y un cambio en el modelo de desarrollo capitalista. Desde la perspectiva de la escuela de la regulación las tendencias más o menos uniformes que se reproducen en distintas regiones pueden ser resumidas en tres elementos: a) las nuevas tecnologías y procesos de producción, lo cual se refiere a la revolución informática, la micro-electrónica y la biotecnología, que han dado lugar a importantes cambios en los procesos de producción, donde la especialización flexible constituye una característica básica a escala global; b) el nuevo régimen de acumulación, caracterizado por una creciente movilidad internacional del capital financiero y un creciente control de las innovaciones tecnológicas por parte de las grandes corporaciones en todos los sectores; y c) los modos de regulación, referidos a la dimensión institucional que promueve estrategias de desarrollo fundadas en los mecanismos de mercado, centralización del manejo de los mercados globales por parte de los Estados de los países desarrollados e implementados por las agencias multilaterales (BM, FMI, OMC).

Estas transformaciones afectan a la estructura y organización del sistema agro-alimentario a escala global produciendo cambios en las relaciones económicas, sociales y políticas de todos los sectores que lo componen mostrando algunas tendencias muy definidas. Una de ellas es el desarrollo de diferentes modos de articulación entre el complejo conjunto de actividades que comprende desde la provisión de insumos para la producción primaria hasta el consumo de alimentos, pudiendo cada etapa o eslabón de una cadena discurrir en espacios geográficos muy diferenciados. Otra de las características actuales en el sistema agro-alimentario tiene que ver con las nuevas pautas de consumo, cada vez más diferenciadas y segmentadas, a las que responden con nuevas estrategias productivas y organizacionales las grandes multinacionales alimentarias. Además, se destaca el gran desarrollo que han tenido las empresas de la distribución de alimentos, logrando tomar para sí una gran proporción de poder en el mercado, a costa de la industria procesadora. Las estructuras oligopolizadas de estos dos agentes del mercado contrastan con la situación del sector primario, que en la mayoría de los casos queda supeditada a la lógica de aquellos. Así, el análisis de los procesos agrarios requiere necesariamente situarse en esta perspectiva de los sistemas alimentarios. Más aún, con el seguimiento de un determinado producto, a lo largo de su cadena, es posible analizar tanto las características productivas, como las relaciones de poder entre los distintos agentes directamente implicados, resultante de la intensidad relativa de la competencia entre cada uno de sus eslabones y de las interrelaciones con otros actores e instituciones.

Es necesario reconocer también, que dentro de esta dinámica global, el posicionamiento dentro del sistema agro-alimentario de las diferentes regiones y sus respectivos agentes variará según las características locales (factores tecnológicos, económicos, sociales, medioambientales, culturales). Por ello resulta importante una especial atención a la dialéctica global/local, donde las fuerzas globales encuentran una expresión directa o indirecta en los cambios locales, pero al mismo tiempo debe reconocerse que iniciativas o resistencias locales pueden alterar al proceso global como resultado de una gestión social local. Resta considerar que entre lo global y lo local existe una variable importante que le da forma a esta relación: el rol del Estado. Este ha cambiado en función de los nuevos mecanismos de regulación, afectando no solo sus respuestas a cambio globales, sino también, sus relaciones con los diferentes actores sociales en distintas regiones. La reorganización actual del Estado bajo el nuevo modelo de desarrollo capitalista se caracteriza por un alejamiento de sus funciones sociales y productivas, dando paso al sector privado y por un proceso de descentralización de las actividades del Estado central hacia diferentes niveles de gobierno.

Esta transferencia de actividades del Estado central hacia los gobiernos locales, significa nuevas oportunidades y responsabilidades en cuanto a la provisión de un medio ambiente adecuado para el logro de la competitividad sistémica donde las empresas se desarrollarán. Con el objetivo de superar las limitaciones y aprovechar las oportunidades con que cuenta una determinada región en referencia a un desarrollo equitativo y sostenible, existen diferentes opiniones respecto de cuáles son las estrategias más viables. En general, puede observarse que son una serie de ‘elementos intrínsecos’ a las regiones los determinantes de sus posibilidades de desarrollo. Así, las acciones necesarias para la solución de problemáticas específicas en cada región deberán fundarse en los aportes de la propia comunidad regional, pero en una nueva forma de intervención que contemple el actual contexto político de mercados desregulados y no intervenidos, de economías abiertas tal que se favorezca la libre circulación de capital y de gestión descentralizada. La situación final de cada una de las regiones dependerá de su capacidad para constituirse en agente de su propio cambio, en un proceso de construcción social y política consensuada, que promueva y comprometa la participación activa del conjunto de actores regionales.

En la actualidad, las estrategias y políticas destinadas a resolver los problemas de los productores del sector primario -inclusive en los países más desarrollados, como el programa LEADER de la UE- ponen un énfasis creciente en el planeamiento endógeno y el compromiso de las comunidades rurales, donde el interés social se constituye en el mecanismo idóneo de los programas de desarrollo rural y donde se destacan las interrelaciones cada vez más profundas del sector primario con el resto de los sectores que componen el sistema agro-alimentario, como también las interrelaciones entre los ámbitos rural y urbano. Así, las posibilidades de desarrollo en cada territorio concreto dependerán de iniciativas locales a partir de una tarea colectiva que requiere de instancias de concertación entre actores y mecanismos institucionales de organización económica. Esta posibilidad descansa, entonces, en la búsqueda de soluciones a un conjunto de problemas comunes a la vez de una identificación y reconocimiento del ámbito en que se desenvuelven diferentes actores involucrados, sin dejar de desconocer la necesidad de un equilibrio de roles entre el mercado, el Estado y las organizaciones civiles. El balance de estas fuerzas dependerá, en última instancia, de las características concretas de cada territorio.

Autores: Mónica Wehbe y H. Martín Civitaresi
Temas Económicos - Facultad de Ciencias Económicas
Universidad Nacional de Río Cuarto
http://www.eco.unrc.edu.ar

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